2000 — Última semana de enero

Reacciones al golpe de Estado.

Texto escrito por Jamil Mahuad, presidente de la República, tomado de Así dolarizamos al Ecuador:

La Conferencia Episcopal y el expresidente Carter: dos opiniones enaltecedoras.

La semana siguiente al golpe militar recibí dos cartas que me llenaron de paz espiritual y orgullo. La de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana venía firmada por su presidente, monseñor José Mario Ruiz Navas —el que había dicho que en el Ecuador parecía que vivíamos en un “manicomio” en abril del año pasado— y por su secretario general, monseñor José Vicente Eguiguren. La carta decía lo siguiente:
El Consejo de Obispos destacó dos momentos culminantes de su mandato presidencial, que merecen el agradecimiento de los ecuatorianos y que serán recogidos por la historia. Su lucha y su triunfo por la Paz entre Ecuador y Perú, y su gesto noble, altivo y magnánimo de dar paso a la sucesión presidencial sin luchas traumáticas, con la única mira puesta en el bien de la Patria.

En la paz y en la adversidad se reveló el ciudadano patriota y valiente hasta el heroísmo; en uno y otro momento hemos estado espiritualmente unidos a usted.

Sentí una gran paz espiritual al leer estos conceptos, pues provenían de quien exactamente 9 meses antes del golpe, el 21 de abril de 1999, había dicho que en el Ecuador “Todos estamos contra todos sin saber qué lugar ocupa el país; lo estamos poniendo a último término: primero mis intereses, mis capri chos y al final ponemos al país”. Agradecí a Dios que el Consejo de Obispos hubiese interpretado de manera tan clara y fidedigna el propósito y motivo de mis acciones, y que me lo hiciera saber en momentos tan dolorosos.
La segunda carta, que me honró sobremanera, me la envió el expresidente de los Estados Unidos Jimmy Carter:
Fue con honda preocupación y pesar que observé el desarrollo de los acontecimientos en el Ecuador el último fin de semana que condujeron a su remoción como Presidente.

Este es un retroceso real para el orden constitucional en el Ecuador y en el hemisferio. Sin embargo, su valiente posición de resistirse a renunciar ante el pedido de los militares y su gesto magnánimo de apoyo al recientemente nombrado nuevo presidente, Gustavo Noboa, fueron actos nobles dignos de un hombre de Estado y de un demócrata.

Reconocí con alegre humildad que las expresiones “Pacificador, noble, altivo y magnánimo, patriota y valiente hasta el heroísmo, actos nobles dignos de un hombre de estado, demócrata” contienen calificativos que cualquier hombre de bien que sirve a su país y a su pueblo quisiera tener como parte de su legado. “Gracias a la vida, que me ha dado tanto”, me dije al cerrar, con el corazón agradecido, el capítulo político de mi vida.