2000 — 9 de enero

Anuncio la dolarización del Ecuador

Texto escrito por Jamil Mahuad, presidente de la República, tomado de Así dolarizamos al Ecuador:

Poco antes de las ocho de la noche del 9 de enero de 2000, revi­saba mis últimas notas con el ministro de Finanzas, Alfredo Arízaga, en el despacho presidencial en el Palacio de Carondelet y me preparaba para intervenir en una cadena nacional de radio y televisión que cambiaría el destino económico del Ecuador.
“Mientras tanto, Mario Prado, miembro del Directorio del Banco Central del Ecuador y quien hace unas horas había pre­sentado su renuncia al secretario del Congreso Nacional, se diri­gía a su casa en el asiento trasero del vehículo. Se sentía frustrado porque pese a sus inteligentes e intensos esfuerzos, no había logrado persuadir a la mayoría de los vocales del Directorio para que votaran en favor de dolarizar la economía ecuatoriana.
—Prenda la radio para escuchar la cadena del presidente —le dijo a su chofer.
Mientras tanto, a la tensión que yo sentía por la importan­cia de la histórica decisión que pronto iba a anunciar, se sumaba la molestia que me producía el retraso en la llegada del vicepresidente de la República al Palacio, a quien había invitado para que me acompañara en la cadena y quería infor­marle de su contenido antes de empezar.
—¿Sabemos algo de Gustavo? Ya vamos a empezar y él no está aquí. Su avión debió llegar de Guayaquil hace un rato ya. Tengo que empezar a las ocho. No lo puedo esperar. ¿Por qué se demora tanto? —pregunté a mi edecán con impaciencia.
El edecán me confirmó que el avión ya había aterrizado en Quito y que la razón de la demora era que cuando le habían comunicado al vicepresidente en Guayaquil que yo lo invitaba a acompañarme en la cadena porque haría un anuncio funda­mental al país, él pidió que le enviaran el AVRO presidencial, que era mucho más lento. No pude disimular la extrañeza que me produjo la noticia. ¿Por qué el vicepresidente quería volar en el antiguo turbohélice AVRO de la Presidencia cuando él acostumbraba a usar un moderno jet ejecutivo de la Marina para desplazarse?
Pero no había tiempo para elucubraciones. Leí la última versión de los informes legales preparados por Juan Pablo Aguilar, director jurídico de la Presidencia, y recibí de Roberto Izurieta la información detallada sobre la logística de la cadena. Luego, fortalecido tras el largo y estrecho abrazo de mi hija, Paola, me encaminé al Salón Amarillo, el lugar del palacio donde se acostumbraba a realizar las cadenas nacionales.
Ya en el Salón Amarillo, me sentía cobijado por el cerrado respaldo de mi gabinete, sentado a la izquierda del podio presi­dencial. Observé la convicción profunda de Vladimiro Álvarez, ministro de Gobierno; el apoyo sosegado del canciller Benjamín Ortiz; el sostén profesional y personal de José Gallardo, minis­tro de Defensa; la sobriedad del gesto solidario de Rosángela Adoum, ministra de Educación; el entusiasmo inocultable de Carlos Larreátegui, secretario de Desarrollo Humano; la fe en la expresión facial de Javier Espinosa, secretario de la Producción, la sonrisa confiada de Yolanda Kakabadse, ministra de Medio Ambiente; y la satisfacción contenida de Jaime Durán, secretario general de la Administración.
A los pocos minutos de haber empezado miré a la cámara con intensidad, levanté un tanto la voz y, respaldando mi afir­mación con el gesto decidido de mi brazo derecho, afirmé con energía: “He llegado a la conclusión de que la dolarización es un sistema conveniente y necesario para el Ecuador”.
Acababa de hacer el más trascendental anuncio de política económica desde la creación del Banco Central del Ecuador en 1927, es decir, de los últimos 72 años. En los hogares ecuatoria­nos, mis compatriotas acababan de escuchar lo que habría de convertirse en la decisión económica más importante que el Ecuador recuerde. Al día siguiente, 10 de enero, cumpliría 17 meses como presidente del Ecuador. El análisis profundo de la dolarización había empezado cinco meses antes.